16.10.05

 

Cosas que pasan

Una abeja, ciega, sorda y muda, andaba por ahí con ganas de “aguijonear”. Salió de su colmena muy predispuesta –¿o sea que se dispuso después?-, y se echó al vuelo.
Siempre a tientas, nuestra abejita –y sin emitir sonido, cosa que la favorecía- se posó sobre algo que supuso era un terrible, y tierno pezón –y también duro, las dos cosas-. Era de una linda flaquita que tomaba sol en topless, obviamente.
La abejita, se escupió las patas –ya que era ciega y sorda, era lo único que podía hacer-. Además ese escupitajo era todo un signo de importancia de lo que sucedería, y de la concentración que el acto demandaba. Entonces, ahí noma´, le clavó el filoso aguijón. Sí, en todo el pezón.
La flaquita dió una alarido –pero igual seguía estando re-buena- y se quejó: ¡Ay, me picó algo! ¡Me duele! Y puso trompita.
El novio –sí tenía que tener novio, y era un boludazo- que estaba al lado, alertó la posibilidad de que fuera una picadura venenosa... y soberanamente le chupó el pezón, y la teta, y luego la otra teta...
Nunca nadie recordó que la abejita, ciega, sorda, y muda había muerto.

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